martes, 11 de noviembre de 2014

Poema a una desconocida


Me imaginé escribiéndote un poema...
¿y por qué no?
diciendo tu nombre incluso, como si
ya significaras algo para mí, y en ningún caso
como si fueras alguna vez a significarlo.

Me imaginé fascinado por ti,
como cuando
aún me sucedían estas cosas.
Me dije -¿qué harás con ella? sorpréndela-

(…)

Y después de ese vacío
sólo se me ocurrió sugerirle
que saliera corriendo, que huyera
de mí, por si acaso,
que no mirara atrás (y eso fue fácil,
no tenía la menor intención de hacerlo).
Pero no huía de mí.

Y entendí su cárcel sin querer,
y me vi obligado a explicarle la mía,
en ambos casos a mi manera.

Hubo un tiempo en que
mi vergüenza era mi sombra:
si había luz era mi doble
a ras de la geografía,
si no la había lo era todo
    (o se confundía con el resto).

Solía soñar con labios imposibles,
con besos de esos..
Internet y el porno duro ya existían;
uno soñaba
con las cosas que tenía menos a mano.

Ahora sólo se me ocurre empujarte,
abalanzarme sobre ti, decir
te quiero
hacer gemir como una perra,
y que te acuerdes de mí como de otro
cualquiera, mucho antes que premiarte
con la exclusividad de mis temores.

He perdido la inocencia,
no he sabido enamorarme
y además lo he hecho público.
He tirado el arma al suelo y la he pateado hacia ti.
Ahora hazte un favor y apúntame a la cabeza,
aprieta el gatillo,
sin sudores fríos,
sin nudo en la garganta.
yo hace ya mucho que no estoy aquí.


(21-8-2013)

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