No es imperfecto nuestro lenguaje sino incompleto. Y tampoco incompleto sino incapaz.
Lo que yo identifiqué -hace tiempo- como Hip hop es increíble, por eso me alegro de que lleguen mis lágrimas, con cuentagotas, a buen puerto (lágrimas, gotas, puertos…) una vez asumido que jamás lo hará el mensaje en sí.
Es triste averiguar que con mi amor sucede el mismo fenómeno.
Es penoso deducir que, si amo aquello con lo que me identifico, sigo siendo, a fin de cuentas, un ser amoroso y egoísta. Un ser desequilibrado: un ser humano.
Lo qué siento. Lo qué sea. Dónde llegue. Lágrimas. Gotas. Puertos.
Me cuesta vivir sin salir de casa por la noche. Me cuesta salir de casa por la noche sin fumarme un cigarrillo. Me cuesta fumarme un cigarrillo sin beberme una buena copa. Me cuesta beberme una buena copa sin emborracharme. Me cuesta emborracharme sin consumir otras drogas. Me cuesta consumir otras drogas sin llegar a casa a las tantas. Me cuesta llegar a casa a las tantas y no escribir alguna cosa. Me cuesta escribir alguna cosa si no hay nada nuevo que contar. Me cuesta tener algo nuevo que contar si no vivo. Me cuesta vivir sin salir…
Cuando alego vicio a falta de imaginación me refiero a eso. Cuando escribo porque sí es otro cantar.
La razón por la cual todos buscamos a Dios es, precisamente, que es de las causas improbables la más justificable; paradójicamente la menos justificada.
Este vínculo que yo establezco hoy, aquí, contigo, es eso: Dios. Uno al que rezo, al que no sabría justificar, improbable, justo y paradójico.
Dedico todas mis horas perdidas a los faros intermitentes con nombres de mujer que abracé hasta arder en llamas, buscando a Dios en las escamas de este pez inadaptado que es mi edad, que es mi locura.
Buscando a Dios pereceré algún día, no para encontrarme con él, más bien para entender su ausencia, su esencia, su no existencia injustificable.
Me contó que veían nuestros bailes como a la expresión física de las inquietudes,
en todas sus variantes, los movimientos espasmódicos que reflejaban nuestra
impotencia más humana, los giros alocados eran sin duda nuestra ira, no sólo mera
exposición de una habilidad trabajada con empeño, que también, además de un
ejercicio físicos riguroso y completo. Me dijo que el rap era la representación de
nuestra intelectualidad, improvisando rimas entrenábamos nuestras capacidades
neurolingüísticas, enfrentarse a una multitud como maestro de ceremonias ponía a
prueba nuestra inteligencia social, y escribir versos reivindicando una situación
vivida o incluso a nosotros mismos era un ejercicio vital que todo ser humano que
se precie debía practicar alguna vez. Insistió en que el graffiti era nuestro espejo
del alma, la disciplina más gráfica del abanico, decía que escribir nuestro nombre
en grande formaba parte de nuestro más primitivo deseo de autoafirmación, así
como las firmas en los bombardeos, nuestro irrefrenable anhelo de hacernos notar,
de hacer constar una identidad, la nuestra, de marcar el territorio, como cualquier
animal. De los djs hablaba como de seres todopoderosos, artífices privilegiados con
una responsabilidad íntimamente ligada a los demás elementos, ellos controlaban
el tempo, la música que a todas horas sonaba para todos, los breaks monótonos y
funkys, los loops hipnóticos de baterías que nos procuraban el trance, el bombo y
la caja, recordándonos con el dominio del scratch que sonaremos en ambos
sentidos, por siempre, que estos tiempos eran nuestros.
La diferencia que ante todo
hay entre la soledad de un faro y la de su torre es que la primera torre tiene
en frente el mar, emite una luz intermitente intensa y existe para ser visto;
la segunda torre, la suya, en cambio, tiene en frente un bosque del que se
espera quietud, y su propósito es sencillamente opuesto: observar.
Tan egocéntrico soy: Me di cuenta de que nunca me enamoré de una sola mujer, sino de los momentos que viví con ellas, del tiempo que existimos de aquella forma, de mi manera de mirarlas. (12-7-13)